Partimos del punto de que el mundo es caótico. No hay ningún principio ordenador. Entendemos partes aislades de lo que sucede alrededor de nosotros. Traducimos medio mundo pero no lo traducimos completo.
Algunos han escrito que el caos del mundo, de la vida diaria sólo puede se manejable por aquellos que si pueden traducir el hechos de cada día en su propio lenguaje, en su propias constumbres, y sus propios valores. Esos mismos han escrito que una de las cosas que permite la emancipación (con esto quiero decir, romper los vínculos opresores) de este caos permanente es el uso de un BabelFish (pescado de babel) que al ser introducido al oido nos permite descifrar el contexto en el que nos movemos.
Sin embargo yo creo otra cosa. Yo no creo que el Bablfish. Yo creo que mientras esperamos que el sistema caiga, o salir del sistema, o que la contradicciones internas se profundicen y una vanguardia tome el control para entregarlo, y otras profecías fallidas, hay una salida posible hacia la emancipación. Esta salida tiene que tener un componente principal, que pare mi es innombrable. Esta salida, al ser una salida emancipatoria es en sí un acto revolucionario.
El matrimonio (y esto que se entienda como cada quien quiera, no creo que haya alguna definición correcta o incorrecta) es un acto revolucionario. El matrimonio nos vuelve seres acompañados en mundos hostiles. Convierte a dos en uno cuando lo que refleja es ese sentimiento que prefiero no mencionar en afán de no echarlo a perder. El matrimonio sustituye el sueño del pescado de babel. La pareja nos traduce un mundo en el que hemos sido aventados. Al tener una pareja, hay una herramienta complementaria para interpretar el mundo. Dejamos así de estar a merced de nuestra incapacidad para lidiar con lo de alrededor. Con el complemento posible nos emancipamos frente a la opresión de la vida diaria.
Sin duda el matrimonio también puede ser una herramienta opresión. Hay algunas y algunos que sueñan el matrimonio como la oportunidad para someter a alguien más a su voluntad. Sin embargo ese matrimonio (no es revolucionario), ni una victoria de estos tiempos. Por el contrario más y más entendemos el matrimonio como un lugar de pertenencia común en dignidad, igualdad, y libertad. El día que el matrimonio usa la violencia verbal, física o psicológica para seguir siendo, entonces merece dejar de ser. No podemos pasar de un sistema de dominación a otro.
Todas estas reflexiones surgen porque he tenido el privilegio de ver un matrimonio construirse en poco tiempo. He visto la construcción de un matrimonio empezando de cero. He visto la construcción de un matrimonio como un acto revolucionario. He visto a dos personas empezar a hacerse juntos y no deshacerse en el camino. He visto dos autonomías convertirse en una autonomía. He visto un profundo y auténtico acto de emancipación. A esta pareja le agradezco que me recuerde que la emancipación no depende de profecías fallidas, sino de la esperanza que existe en todas y todos.
Broder, estoe s realmente el matrimonio en el que yo creo, el matrimonio que busco y que espero encontrar.
Suerte broders, apoyemos este movimiento politico, la verdad, es lo que este pais necesita en muchos aspectos, no ala derecha conservadora, al centro corrupto y a la izquierda que soloe st aenferma d epoder qu eni izquierda es
Publicado por: Rafael Alcaraz Barrera | 24/05/06 en 23:28
Andrés:
Muy chido el post del matrimonio, sobretodo fue interesante clarificar algo que venía observando pero no podía definir, y es que la pareja nos traduce el mundo, eso me parece genial y acertado.
Esperemos que en el mundo cada vez más existan matrimonios radicales, libres y revolucionarios y no la reproducción incansable de la dominación masculina.
Saludos.
Publicado por: Salvador | 25/05/06 en 13:36
Hola Andresito, te felicito por todo lo que escribes, sobre todo "el matrimonio como emancipación" te mando muchos abracitos.
Publicado por: Paty | 25/05/06 en 17:23