Al leer sobre el famoso "recurso líder" que la CBT metió al tribunal, me llamó la atención la siguiente frase sobre los reultados de los computos distritales:
"...no son reflejo de la voluntad popular mayoritaria de los ciudadanos mexicanos..."
Al afirmar esto, la CBT asume que hay una voluntad popular no revelada por los resultados electorales. Lo cual puede tener dos implicaciones.
1) La primera es que los números que se han presentado son falsos (es decir fraude cibernético, o en las urnas) y que hay un problema de "transcripción" entre los votos reportados y los votos realmente emitidos. Sobre esto la CBT ha presentado pocas pruebas.
2) La segunda implicación, creo que es más importante. Aunque el conteo pueda ser correcto, "la voluntad popular" fue engañada o manipulada. La mayoría de los argumentos de la CBT van en este segundo sentido, pues las acusaciones van desde que FECAL empezó su campaña antes de tiempo hasta la denuncia de que empresas apoyaron con publicidad al candidato del PAN. Es decir, la CBT argumenta que "la Verdadera voluntad popular" no ha sido revelada publicamente, pues AMLO ha declarado en varias ocasiones que "la voluntad popular" le favoreció aunque no hayan resultados electorales a la vista.
De esta manera se puede inferir que AMLO tiene un instrumento detector de la Verdad más eficaz que el resto de la población.
Dependiendo de la escuela filosófica a la que uno se adscriba, podrá saber que instrumento detector de la Verdad prefiera.
Según unos, es la Razón lo que permite encontrar la Verdad. Según otros, es la Historia la que construye la Verdad. Según algunos, es la Intuición la que detecta la Verdad.
Las tres dimensiones del poder
Esta teoría es la que prefieren los filósofos radicales (que me caen muy bien).
1) La primera dimensión del poder es la capacidad de A para que B haga lo que A quiere. (coerción de la voluntad)
2) La segunda dimensión del poder es la capacidad de A para definir entre que opciones B puede escoger lo que hace. (la definición de agenda)
3) La tercera dimensión del poder es la capacidad de A para definir lo que B quiere. (la de definición de la voluntad)
El argumento de la CBT sobre los resultados electorales sin duda se adscribe a al tercera dimensión del poder. Es decir, los votantes sí votaron por Calderón, pero por que fueron engañados y manipulados para votar por él, gracias al uso excesivo de publicidad, el apoyo de Fox...etc.
El argumento de AMLO durante el desafuero era el de la segunda dimensión de poder, pues desde el gobierno federal, se pretendían limitar las opciones que tuvieran los votantes a la hora de elegir.
En el caso de la primera dimensión del poder no se han reportado ni denunciado casos espcíficos. De hecho en más ocaciones este tipo de denuncia se ha hecho sobre los acarreas priístas y perredistas el día de la elección.
Para el caso actual, sin duda que la argumentación de la tercera dimensión del poder puede ser muy efectiva, pues ese es el fondo de la acusación en contra de la campaña del miedo emprendida por el PAN. Sin embargo, al aceptar esta explicación nos metemos en muchos problemas como los siguientes:
1) ¿Como se detecta la Verdadera voluntad de los votantes?
2) ¿Cuántos panistas fueron coercionados a votar por el PAN sin darse cuenta?
3) ¿De los panistas coercionados cuantos fueron coercionados durante el periodo electoral? ¿Cuántos fueron coercionados al nacer por nacer en una familita panista?
4) ¿Las otra campañas electorale no coercionaron de esta forma la voluntad de sus votantes? ¿Cuántas voluntades priístas cambio AMLO?
En el fondo de esta pregunta hay dos problemas filosóficos, no planteados por filósofos radicales (como Nietzsche, Foucault y Lukes) sino por filósofos anti-esencialistas o anti-platonistas.
1) ¿Dónde, cómo y quién reconoce lo Verdadero?
2) ¿Hay voluntades intrinsecas? Es decir ¿uno nace con voluntad de priísta, de perredista, de panista o de alternativista?
Espero que si se anula la elección, alguien tenga una buena respuesta a estas dos preguntas.
No soy de ninguna manera especialista. Creo que ya los partidos políticos se anticiparon a que alguien resolviera sus diferencias; se dieron a si mismos al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Porque estoy seguro que los partidos políticos tradicionales, en México, todavía no son capaces de ponerse de acuerdo por si solos. Además se dieron un Tribunal de última instancia, es decir, su decisión es inatacable.
Aceptar el voto por voto, o no aceptar impugnaciones -de cualquier partido-, o en el extremo, anular las elecciones, tendrá su respuesta jurídica.
Me parece que, idependientemente del camino que tome el Tribunal, también tendrá la obligación de explicar el porqué de una u otra resolución. Pero no para los partidos, sea quien sea, sino para nosotros: los que sí creemos en la democrácia.
Esa explicación deberá tener un evidente contenido político con la suficiente lucidez que los magistados sin duda tienen.
Yo no recuerdo un interés nacional, al grado actual, cuando ya antes se dio nulidad de elecciones -Tabasco por ejemplo-. En ese entonces, el Tribunal Electoral no estaba obligado a una explicación más allá de lo estrictmente jurídico. Ahora sí.
Es el PRD que está impulsando al Tribunal para que se pronuncie en algún sentido. Ese partido es el que más levantó la voz para definir la voluntad de los electores -sin que ello implique que los demás no lo hayan hecho, solo que en menor proporción-. Asi de simple.
La democracia no es fácil. La razón, sé que voy a decir algo duro; no siempre la tienen las mayorías. Y en este caso de conflicto postelectoral la mayoría de los electores registrados en el padrón no votó por ningún candidato de los cinco registrados. Sin embargo, la verdad de está mayoría, su razón, no se tomará en cuenta para el dictamen jurídico.
¿No les estamos dando la razón todos los que votamos a los que no votaron? ¿No decimos que sólo el voto de la mayoría define la voluntad popular? ¿Qué les podemos decir ahora?
El que se negó a votar tiene su verdad. Él no legitimó el circo que estamos viendo. Desde mucho antes decidió negar la definición de su voluntad, no aceptar la definición de su agenda y rechazar la coerción de su voluntad.
El punto de que el PRD acuda al Tribunal para impugnar la elección presidencial nadie lo discutimos. Pero también está el Derecho de los que no votamos por ellos. Esa mayoría, incluyendo la abstención, ahora parece no tener la razón.
Así que cuando la política y sus políticos no resuelven sus asuntos la salida es judicializarlos. Por ello el tribunal electoral es corresponsable porque así lo diseñaron los propios partidos políticos. La famosa Verdad jurídica no puede dejarse de la mano de la Verdad histórica y obtener por fin una certidumbre: ganó fulano.
El famoso recuento voto por voto suena bien políticamente, pero no se puede creer así nomás. No debemos creer en ningún partido político, confiar plenamente en nadie -ni PAN o PRD- que por su propia palabra ya todo está resuelto. Están muy lejos de merecerlo. ¡Qué bueno que existe el Tribunal!
Publicado por: edymex | 04/08/06 en 20:21
¿Partidocracia o Democracia Plural?
Elecciones por el bien de todos pero no de todas
Pola Peña
Las últimas semanas han sido para todos los y las mexicanas difíciles anímicamente. Los medios de comunicación, los debates en distintos foros, así como las propias relaciones interpersonales, se han visto sobredeterminadas por contenidos discursivos que tienden a polarizar opiniones y percepciones.
Mi intención no es abonar a este infructuoso y manique o posicionamiento del ‘estás conmigo o estás contra mí’, sino detenerme en aquellos elementos que han sido omitidos o soslayados en los discursos hegemónico-mediáticos-partidarios, sobre todo por lo que atañe a las reivindicaciones feministas.
Premisas:
Una sociedad democrática o que transita a su consolidación, requiere de instituciones, reglas de juego, árbitros, actores políticos y ciudadanía comprometidos con el principio, según el cual, los conflictos deben resolverse por la vía jurídico-política y, su correlato, el respeto a quienes han sido designados para dar cabal cumplimiento a los procesos electorales. Lo anterior supone eliminar el recurso de la fuerza y la violencia para dirimir conflictos, recurso que, por naturaleza propia, le es conferido a los Estados y reconocido en sus cartas magnas (constituciones).
Las sociedades democráticas consolidadas en el mundo contemporáneo pueden clasificarse por sus distintos sistemas políticos (parlamentario, presidencial o semipresidencial), por sus distintos sistemas electorales (de mayoría o mixtos), por sus sistemas de partidos (bipartidistas, pluripartidistas, partidos hegemónico), por sus culturas políticas y comportamiento electoral de sus ciudadanos. La combinación de estos factores constituyen razones de peso para afirmar que cualesquier análisis comparado requiere considerar el contexto histórico a través del cual cada país ha llegado al presente, lo cual en ocasiones tiende a ignorarse.
Partiendo de lo anterior y en prácticamente todas las sociedades que se autodefinen como democráticas, se acepta que la composición de grupos sociales y sus diferencias se expresan en un abanico de posiciones ideológicas que se expresan a través de los partidos políticos (aunque no se agoten ni reduzcan a ellos), los cuales legalmente reconocidos compiten por el ejercicio del poder. Por esta razón –entre otras-, una democracia plural se transforma en calidoscopio de representación ciudadana; se entiende que existen las condiciones mínimas para que dicha ciudadanía siga creyendo en la democracia y sus instituciones son factores que hay que defender y proteger contra toda amenaza de anulación a la libertad de elección y expresión.
En México este panorama que apenas se vislumbra atendiendo al sistema de partidos resultado de estas elecciones, constituye un dato inédito en la historia, la presencia de seis partidos políticos nacionales con registro [más otros dos que lo ganaron en este proceso], el nivel de competencia y competitividad electoral de dos de ellos, así como la selección que hicieron los ciudadanos para votar por partidos distintos, nos habla de una nueva geografía electoral. Esta geografía electoral puede ser ‘coloreada’ según el dominio de una fuerza política sobre otras, de ahí que podamos hacer el ejercicio según distintos criterios, por ejemplo, que partido o coalición ganó la presidencia por estado; que partido o coalición ganó mayoría al senado, a la cámara de diputados, etc.; diversidad partidista puede resumirse al predominio de fuerzas entre tres partidos, entre dos, o entre cuatro, lo cual en una democracia representativa y plural es signo de ventaja política -aunque ésta sea relativa- y no de riesgo y caos.
No en vano se afirma que lo consustancial a un sistema democrático no es el consenso sino el disenso, es decir, distintas fuerzas tienen legítimo derecho de representar intereses ciudadanos y por ello disentir, sin embargo, el poder conferido por el voto obliga a buscar el establecimiento de consensos por la vía del diálogo fundamentado, apego a la ley, tolerancia y respeto a la diferencia ideológica o de cualesquier otro tipo. En este sentido, la relación con ‘los otros’ deja de ser una relación antagónica y se transforma en una relación agonística, donde los ‘enemigos’ a vencer en una elección son tratados como ‘adversarios’ que hay que tolerar, pues lo contrario significaría verlos como enemigos que hay que eliminar literal, simbólica o políticamente.
A partir de la decisión que el día de ayer tomó el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) respecto las impugnaciones presentadas por la Coalición por el Bien de Todos, varias interpretaciones y reacciones se han expresado de forma inmediata. Entre las más radicales se encuentra aquella que sostiene que la decisión del Tribunal es muy tibia y no responde a la demanda del recuento voto por voto de todas las casillas impugnadas y su correlato la anulación. Posición que, siguiendo el curso de las percepciones ciudadanas construidas a lo largo de este proceso, tiende a ignorar el saldo positivo e inédito en el breve camino andado, a saber, la extraordinaria representación que conquistaron los y las candidatas de la CBT en el Senado y la Cámara de Diputados, convirtiéndose en la segunda fuerza político-electoral del país, por no mencionar la incuestionable victoria de su candidato en el DF.
Analistas, políticos, periodistas y otros actores sociales han insistido en este elemento, y han llamado la atención a no desestimar un hecho incuestionable: quién gane la presidencia de la república no contará con mayoría en el congreso, razón por la cual se verá obligado a establecer pactos, acuerdos y estrategias que le permitan definir e impulsar un programa de gobierno a través del consenso.
El nuevo sistema de partidos configurado y posicionamientos extremos requieren de voluntad política para transitar a este escenario, dentro del cual la tolerancia y el respeto son ingredientes fundamentales para materializar la reforma del estado y todas aquellas que sean necesarias. Lo anterior viene a colación porque entre los y las perredistas tiende a prevalecer la idea de que si AMLO no gana la presidencia, sus plataformas políticas lo pierden todo o asisten con serias dificultades al establecimiento de consensos en las asambleas legislativas; percepción que, por lo menos a manera de hipótesis, hace pensar que defienden la idea de que un nuevo proyecto de nación requiere de un ejercicio jerárquico, de partido único o hegemónico, para ser efectivo, modelo que dicho sea de paso prevaleció en este país hasta hace relativamente pocos años.
Reto
Un reto se advierte necesario para quienes nos definimos como feministas y luchamos, desde distintas trincheras, por la equidad entre los géneros y el respeto a los derechos humanos: intentar suplantar la incondicionalidad partidista por la reflexión ciudadana, sobre todo para esos millones de votos que se emitieron por otros partidos y que, no aceptan ser colocados ‘contra las cuerdas’ ni se sienten obligados a tomar partido sin que medie un análisis crítico y sosegado. Muchos de los y las ciudadan@s sin partido o preferencia partidista estable [los llamados switchers], tienen el derecho de disentir también de las formas en que los discursos y las estrategias de los partidos se valen para legitimarse sin importar los medios/recursos, argumentando retóricamente que ‘el fin justifica los medios’. Desde la ciudadanía, las mujeres en general y las feministas en particular, tenemos la obligación histórica también de insistir en que el fin son los medios.
Más allá del respeto irrestricto al posicionamiento partidista de cada una, suscribir e ignorar la ausencia de compromisos programáticos hacia las mujeres y a favor de la equidad de los partidos políticos en la contienda –excepción hecha del Partido Alternativa Socialdemócrata-, se traduce en actos que fortalecen la partidocracia y no la democracia. Ejemplo de lo anterior son los resultados que arroja el número de mujeres electas en esta contienda, constituyendo el elemento demostrativo para afirmar del tipo de discriminación e instrumentación del que históricamente han sido objeto tanto al interior de los partidos como en los espacios donde se deciden los asuntos públicos; el tema de la cuota de género y su impacto deben formar parte de la reforma al COFIPE, de forma tal que nos aleje de su entusiasta celebración y nos comprometa a evaluar su efectividad.
La filósofa feminista Victoria Camps sostiene que ‘cuando flaquean las certezas nos quedan las convicciones’: Para el movimiento feminista siempre ha sido así, porque el carácter precario y contingente de la identidad de género no se ha traducido aún, en conciencia política genérica que tenga una dirección unívoca; las mujeres votamos y construimos ese calidoscopio reconociéndonos en nuestra libertad para elegir; por lo tanto, el significado de la libertad es un asunto del que deberíamos hacernos cargo a corto plazo sin tanto apasionamiento y descalificaciones estériles.
Concluyo con la cita de un libertario:
“Si existe un primer principio que los liberales comparten, éste es que rechazamos las ideologías basadas en la certeza. Cualesquiera que sean nuestras creencias, y muchas de ellas son muy firmes, no nos sentimos con derecho a imponerlas a otros. Los liberales se esfuerzan por persuadir a otros, y,a su vez, son susceptibles de ser persuadidos. Nosotros estamos dispuestos a mejorar nuestro pensamiento y nuestra comprensión a través de la información y el intercambio de ideas. De la misma manera esperamos contribuir a las concepciones que otros tienen.” Aryeh Neir, ¿Por qué somos liberales?, Revista Letras Libres, No. 92, Julio 2006.
Por un feminismo crítico pero tolerante, libre pero responsable.
Publicado por: POLA PEÑA | 07/08/06 en 10:25