No soy de aquell@s que creen que tenemos que olvidarnos que en México hubo algo al que se le dio el nombre de Revolución Mexicana. Sin embargo si creo que tenemos que buscar y sacarle las mejores ideas, para volver a darle significado a un suceso que, nos guste o no, dominó la vida política de nuestro país por lo menos 70 años (aunque estoy seguro que todavía mucho viene de ahí).
Es más estoy seguro que el potencial cultural que hay expresado en la explosión creativa revolucionaria no ha sido del todo agotada y que por desgracia quienes nacimos después del 80 nada más nos tocó la rebaba condensada que provocan décadas de cinismo.
Con esto no quiero decir que tenemos que recuperar "el pensamiento de la Revolución Mexicana" sino que reconozcamos que la pedacería cultural que nos permite construir lo que hoy construimos también tiene pedazos de aquel suceso. Por lo tanto tal vez vale la pena buscar intencionalmente buenos pedazos en vez de dejarse cargar por aquellos que traían nuestros libros de la SEP, ¡impresos en papel revolución! O peor aún por aquellos que han reeditado quienes creen desde mediados de los 80 no sólo que la revolución mexicana debe de ser olvidada, sino que cualquier referencia es una señal de no aceptar, los abusos del priísmo (sobre todo el setentero) y la modernidad post-muro.
Este segundo discurso ha sido tan exitoso, que en los últimos tres días no encontré editorial de algún interés sobre el tema en por lo menos 4 periódicos mexicanos, Reforma, La Jornada, El Universal (aquí había uno de Encinas un poco con el argumento de los objetivos no logrados de la Revolución Mexicana, y otro de Ramón Cota Meza sobre como ver la revolución a través de la relación con EU), y Excélsior. Un texto que encontré pero que no me pareció particularmente incisivo fue la reseña que Roger Bartra (en su blog)hizo a un libro recién salido de Macario Schettino, Cien años de confusión. Tengo la esperanza de que Gustavo Gordillo escriba algo al respecto, sin que tenga por título "Reformando la Revolución", que aunque es un término particularmente ingenioso, a estas alturas reformarla no creo que sea suficiente, creo que necesitará de un extreme make over.
La pregunta entonces es: ¿dónde buscar ideas, que provengan de aquél principio del siglo xx mexicano, que hoy sirvan para algo?
Recuerdo en la secundaria pensar que Carranza era el mero bueno de los revolucionarios, por ser Constitucionalista. Que Obregón era un traidor, y que cuando tomé Historia de México II en la prepa me gustó la idea de que Pablo González organizó batallones rojos (sonaba rojo). Después me leí el Ulises Criollo de Vasconcelos, y me gustó más la idea de la revolución maderista, y al apóstol de la democracia que fue víctima del Chacal y sus secuaces. Alguna curiosidad tuve por Cárdenas, Múgica, y Garrido Canabal (este último tras leer The Power and the Glory, de Graham Greene, aunque yo lo vi desde el punto de vista de mi ateísmo militante). Unos años después Obregón y Calles me volvieron a llamar la atención por el libro de Aguilar Camín, La Frontera Nómada, al argumentar que "los ganadores", los de Sonora, era quienes habían construido el Estado Mexicano. De los cuadillos intelectuales de la revolución nunca recuerdo sacar mucho, más que un intento de Lombardo Toledano de explicar porque el marxismo no era una religión, y un nuevo interés que me dio por la campaña de José Vasconcelos en 1929 tras leer José Vasconcelos y la cruzada de 1929 de John Skirius.
Ya hace menos tiempo algun ojo pegué a los Flores Magón, porque en la izquierda quien siente que critica a la Revolución Mexicana desde la izquierda hace referencia al anarquismo magonista, y no falta quien insistentemente te dice que el lema ¡Tierra y Libertad! no fue de Zapata sino del Partido Liberal Mexicano de los magonistas. Pancho Villa no me llamó la atención excepto por llamarse Doroteo Arango, y matar caballos para filmar tomas donde se veía muy muy chingón (algo recuerdo de su idea de las colonias rurales militarizadas). Zapata en cambio siempre me llamó la atención como el bueno de la historia. Algo así como con un halo Rousseauniano del bueno salvaje. Sin embargo por esta misma razón nunca puse mucha atención, su bondad era como inherente por lo tanto había poco que leer. Algo leí en el libro de Foster Dulles sobre el Partido Agrarista de Antonio Díaz Soto y Gama, y hace un par de años releí el Plan de Ayala para confirmar que no habla de ejidos sino de pequeña propiedad y de tierras comunales. Por azares del destino cuando empecé a trabajar en Alternativa me regalaron una foto de Zapata y la puse atrás de mi escritorio. El zapatismo que llamó la atención más bien fue el del EZ, pero soy de aquellas pocas personas que no puso atención en el 94 y sí en el 2005. Aunque por contradictorio que suene, el éxito del EZ es tener un discurso marginalizado por el discurso de la Revolución Mexicana, así que por ahí tampoco va la cosa.
En un intento de entender más y mejor, terminé hoy de leer Zapata and the Mexican Revolution de John Womack Jr. (siento que así rindo honores a l@s muert@s). ¡La verdad estoy impresionado por mi ignorancia! No sabía absolutamente nada ni de Zapata, ni del zapatismo, ni de los zapatistas de Morelos en la Revolución. Aquí las cosas que más me llamaron la atención:
1) Zapata apoyó a Madero porque lo creía sincero. Creía que la cuestión agraria a la que refería Madero era la misma a la que se referían los zapatistas. Sin embargo Madero quería una revolución sin revolución. Para Madero una cosa era la lucha democrática, y otra completamente diferente era la redistribución económica. En la relación con Zapata, y la traición de Madero a Zapata, es donde se muestra de manera más evidente que Madero era una división de la elite porfirista, que se mantenía porfirista pero por otros medios. Zapata lo defendió de sus enemigos, y lo defendió de sus propios aliados. Madero no sólo no le cumplió sino que apoyó las masacres llevadas a cabo por Huerta y por Robles antes de la traición de Huerta.
2) Durante el gobierno de Madero y después de su asesinato, otros líderes veían que el problema de Zapata era que un hombre "poco razonable". No quería negociar, no quería un puesto, un rancho, una lana. Quería simple y llanamente que se cumpliera el Plan de Ayala. No quería esto por bueno, sino porque sus bases lo que querían era la recuperación de sus tierras, y la fuerza de Zapata, estando al margen de la elite porfirista estaba en sus bases. Es decir, para Zapata el objetivo era cumplirle a sus bases, si su objetivos hubiera sido otro, probablemente no hubiera tenido bases. Tanto miedo tenía Zapata en convertirse en un político más, que rehuía por completo los tratos con la mayoría de los políticos, y prefería quedarse en Morelos. Ni siquiera fue a la convención de Aguascalientes. Es decir, sabía que cualquiera está tentado por los buenos tratos de la política. Por lo tanto ahí creo que puede haber algo interesante en la forma de hacer política: rendición de cuentas, política pero no politiquería.
3) Los zapatistas junto con los villista formaron el Gobierno de la Convención. En realidad estuvieron poco tiempo en el poder, sin embargo parece haber algo interesante en los 6 meses de paz en Morelos en 1915. Por parte de los zapatistas una reorganización de las autoridades en los pueblos y en los municipios. Zapata creía firmemente en al distinción entre el gobierno civil y el gobierno militar. Cada vez que recuperaban el poder los zapatistas hacían elecciones municipales y en los consejos de pueblo. Tenían un sentido muy muy claro de la autonomía municipal. Creo que pueden salir cosas interesantes de ahí como: los mecanismos de democracia directa a nivel local, y evidentemente la autonomía municipal.
4) Palafox y Magaña, fueron los zapatistas que tuvieron mayores posibilidades de ser gobierno. Palafox durante el gobierno de la Convención y Magaña cuando selló la alianza entre el obregonismo y el zapatismo. Palafox terminó en una escisión (a parte de los problemas políticos, parece que a Zapata le cayó mal que fuera homosexual, bueno saberlo porque de aquí no sale nada de "p.d. zapata es negro en sudáfrica y gay en San Francisco"), pero después de haber hecho un buen intento de redistribución de la tierra en Morelos, empezando por capacitar a cientos de jóvenes para llevarla acabo y establecer un centro de investigación, es decir cumplir el Plan de Ayala al pie de la letra. Magaña en cambio fue el heredero de la dirección zapatista tras la muerte de Zapata e hizo la alianza con Obregón contra Carranza (eso es lo que quería Zapata antes de morir). Al entrar a la coalición gobernante Magaña y Antonio Díaz Soto Y Gama tuvieron la capacidad para influir en la política nacional y sin duda eran parte de la "Familia Revolucionaria". Sobre el ejercicio de los zapatistas en el gobierno, no hay tanta información en el libro de Womack, pero creo que vale la pena buscar que hay ahí, pues pueden haber buenas ideas. Estaba claro que creían en un Estado fuerte, redistributivo, democrático y poco centralizado.
En general al leer el libro pasé por varios sentimientos, primero la sorpresa de que Zapata si era parecido a su propio mito, segundo el orgullo de un movimiento social aramado efectivo, después, la tristeza de la derrota y muerte de zapata, la confusión ante la entrada de los zapatistas a la coalición obregonista (esto quiere decir que los Zapatistas no son perdedores en la Revolución Mexicana, sino del equipo ganador), y por último tristeza al leer el epílogo en dónde cuenta la historia de Anenecuilco hasta los años sesenta. La conclusión efectivamente parece ser la de una revolución congelada. Pero las ideas ahí están. Hay que buscarlas, jugar con ellas, modificarlas y volverlas a usar. Tal vez así el 20 de noviembre de los años que vengan pongan a muchas cabezas a reflexionar, y de ahí algo bueno pueda salir.