Una de Piratas
Jorge Javier Romero
El domingo, sin embargo, dieron su golpe mejor planeado. Se sabían
minoría, así que echaron mano de todos su conocimiento. Miguel González
Compeán, por ejemplo, es un caso de historiador que se enamora de sus
personajes. Cómo no admirar al héroe Gonzalo N. Santos, que en aquella
memorable asamblea fundacional del PNR se hizo con la comisión de
registro de delegados, abrió paso inmediato a los que votarían por
Pascual Ortiz Rubio y fue echando atrás a todo aquel que pudiera votar
por Aarón Sáenz, eso sí, con unas buenas metralletas sobre la mesa de
registro. Así, dispuesto a emular a su prócer, González diseñó la
operación bucanera, de manera que, en connivencia con funcionarios
venales de la supuestamente autónoma comisión encargada del proceso
interno, registraron de manera privilegiada a los delegados afines,
mientras obstaculizaban el de los adversarios. Una vez dentro, al
comenzar las votaciones, los escrutadores a su servicio comenzaron a
cometer pifias evidentes para favorecer a los leales al ataque pirata,
al grado de que resultaban más votos que delegados registrados. Y
cuando los ofendidos protestaron por el evidente fraude, las puertas se
abrieron para que se consumara el abordaje y el lanzamiento al mar de
los delegados incómodos. Una banda de golpeadores a sueldo irrumpió en
el salón para echar a golpes todos los partidarios de Patricia Mercado.
No respetaron ni mujeres, ni condiciones físicas desventajosas, ni el
hecho de que hubiera niños en riesgo dentro del salón. El hotel había
sido convertido en una ratonera para consumar el atentado.
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