Una vez a un primo le preguntaron que en una familia de ateos, bajo qué culto se había casado. A lo que contesto con una sonrisa "bajo el culto a la personalidad". Gusto me dio saber que esa era su respuesta. Sin embargo, un conjunto de cosas, indescriptibles, me han hecho pensar que el significado de "el culto a la personalidad" no es el que me gustaría que fuera.
Pensándolo un poco me doy cuenta que cuando se rinde culto a la personalidad se asume que esta es estática, es decir que trasciende el contexto, y por tanto se convierte en una suerte de sustitución egoísta de cualquier supuesto metafísico.En el mejor de los casos a la gente le da flojera platicar contigo, en el peor te conviertes en un megalómano psicótico.
Por lo tanto, como buen antimetafísico, aclaro que lo que me interesa es la construcción de la personalidad. Es decir, lo que me interesa es asumir una especie de voluntarismo contextual en el cual de manera limitada puedes construirte la personalidad que mejor te acomode, guste y funcione. Esto quiere decir que se puede construir, reconstruir, deconstruir y destruir. La personalidad como plastilina que va dando de tumbos por un mundo en el que estamos aventados.
La personalidad como herramienta con la que lidiamos con el mundo que está allá afuera. La personalidad como una oportunidad para convertirse en todo lo que queramos convertirnos.
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