Fue una verdadera sorpresa recibir una invitación a un debate sobre "Los intelectuales y el poder" en el Centro Cultural España. Aunque el tema en sí me pareció sorprendente, me sorprendió aún más estar entre invitados como Jesús Silva-Herzog Márquez, Roger Bartra y Ricardo Cayuela. En mi estándares y definiciones, ellos son intelectuales, yo no. Esto no lo afirmo para marcar una diferencia como si yo por definición viera el tema desde otro lugar. Por el contrario, lo digo porque las cosas que he leído de ellos, son cosas que tomo de alguna manera como fuentes de conocimiento, pero también de autoridad (con todas mis quejas posibles a la idea). Es decir, de cierta manera mis críticas son las críticas de alguien que tiene expectativas, y cierto grado de admiración.
Desde que recibí la invitación había estado nervioso. No soy especialista en nada. No he escrito más que en este blog (ah y en el de la revista Nexos), unos cuantos artículos de periódico, y en un par de revistas. Sobre el tema no sé si tengo mucho más que decir que contradicciones propias. A veces pienso en los intelectuales mexicanos y enfurezco, otras veces, la mayoría, leo y pienso en lo que leo busco ideas iguales, contrarias, similares.
La principal crítica que tengo es que veo cierta autocomplacencia cuando asumen que el público en nuestro país es por definición un público pequeño que pueda "entender" el producto de la profunda reflexión intelectual. Creo que esa visión es una visión que sólo puede ser justificada en términos poco democráticos. Ya sea porque se asume que simplemente no todo mundo tiene la capacidad de entender, o porque no tienen las condiciones materiales que les permitirían entender. Ambas cosas pueden ser ciertas en alguna forma. Pero creo que justamente el espíritu democrático incluye participar en la fantasía de que no lo son por completo, o que no tienen que seguir siendo así.
Mi propia contradicción es que después de insistir en que el trabajo intelectual no puede ser un trabajo demasiado alejado de la actividad cultural cotidiana, que no puede tener referencias demasiado oscuras, no puede tener lenguaje demasiado técnico, tengo que admitir que para prepararme para el debate recurrí a varias fuentes con referencias lejanas. Aún así hice y hago un esfuerzo consciente por tratar de ser claro, no abusar de estas referencias, con el simple interés de intentar explicar el origen de lo que dije.
Primero me leí The Company of Critics: Social criticism and political commitment in the twentieth Century de Michael Walzer en el que no sólo desarrolla su propia definición de lo que es un crítico social, sino que revisa la vida y el trabajo de varios intelectuales europeos y estadounidenses. Julian Benda, Randolph Bourne, Martin Buber, Antonio Gramsci, Ignazio Silone, George Orwel, Albert Camus, Simone de Beauvoir, Herbert Marcuse, Michel Foucault, y Breyten Breytenbach. La línea que recorre todos los perfiles es la relación que establecen estos críticos (intelectuales) con su entorno. Claro que de aquí reafirmé, mi Foucaultinismo-optimista, mi profunda curiosidad por Marcuse, y mi admiración por lo que Gramsci escribió (sí, me gusta pensar que soy gramsciano).
Después leí The Last Intellectuals, de Russel Jacoby escrito en 1987. De este libro había oído mucho, porque cuando José Antonio Aguilar me dio clase se la pasaba hablando de él para criticar lo que el consideraba (o considera) excesos del posmodernismo en la izquierda. En su clase leímos otro libro de Jacoby, y siempre me quedé con ganas de leer este. De este libro me parece que salió la reflexión de Jesús Silva-Herzg Márquez, cuando en el debate dijo que en México los intelectuales ya no existen y que de hecho dejaron de existir el día que murió Octavio Paz. El libro de Jacoby me encantó, sostiene que la desaparición de los intelectuales se debe a por lo menos tres cosas, el fin de la vida bohemia (y esto tiene que ver con el cambio en la forma urbana [la huida a los suburbios]), el crecimiento de las universidades (y la sobreespecialización), la "renuncia" de la generación Beat, y los medios de comunicación. (Creo que JSHM no ha de estar completamente en desacuerdo con lo que dije de la construcción de públicos más amplios, como sí lo estuvo Cayuela, justamente porque parte del argumento de Jacoby es que la sobreespecialización implica un desprecio por los públicos más amplios). Un dato curioso es que la edición que yo leí es del 2000. En la nueva introducción Jacoby dice que se equivocó cuando escribió el libro. Que los intelectuales no se habían acabado, y que por el contrario había un resurgimiento a partir de las universidades, aunque explica que decidió no hacerle cambios al texto original porque le parece que los argumentos y descripciones que hizo en 1987 siguen vigentes pese a tener un resultado distinto al que previó.
Me impresionó mucho leer Representations of the Intellectual de Edward W. Said justamente porque es de esos intelectuales que sin duda alguna escribió reconociendo constantemente desde la condición desde la que escribía (y esta condición no era sólo su escritorio, era la del Palestino exiliado, en occidente, pero crítico de occidente, crítico de las acciones de Israel, y crítico de los excesos de los movimientos violentos de liberación palestinos). En el libro también hace un breve recorrido, por las posiciones de intelectuales con los cuales o se identifica o discute: Benda, Sartre, Camus, Fanon, Foucault. Lo que más me gustó del texto, es que retoma la discusión de Jacoby sobre la sobreespecialización, pero en vez de dividir por origen del financiamiento a los intelectuales (o sólo por eso), divide entre profesionales y amateurs. Para Said, los intelectuales siempre tienen que ser amateurs que cruzan de una disciplina a otra, y que lo que producen no lo producen sólo porque reciben un pago por ello, sino porque sienten la necesidad de producirlo. Una cosa que me sorprende de Said es que desde que escribió Orientalismo tuvo una relación de amistad intelectual con Octavio Paz. Incluso si no mal recuerdo Letras Libres (o Vuelta) publicó varios ensayos de Said. Aunque mi impresión es que con el paso del tiempo, Said, aunque liberal, no dejó de hacer crítica post-colonial.
De todo todo lo que leí del tema, sin duda los que más me gustó fueron dos ensayos de C. Wright Mills, "The Social Role of the Intellectual" y "On Knowledge and Power", ambos publicados en el libro Power, Politics, and People. Ya escribiré en otra ocasión más sobre ellos.
Al final, me leí otros textos más cortos. "This Age of Conformity" de Irving Howe, "Honest Mistakes" de Richard Rorty, una entrevista a Theodor W. Adorno "Who's afraid of the Ivory Tower?", un par de ensayos del librito Memoria de Alfonso Reyes, y los ensayos sobre los intelectuales mexicanos de Octavio Paz que están recopilados en un libro que se llama Sueño en Libertad (el cuál ahí dije que está editado por Braulio Peralta, pero no es así, sino que trae varias entrevistas hechas por Braulio Peralta). Aunque no leí explícitamente para este evento otros textos, sí estuve dándoles vuelta en la cabeza a varios. Por ejemplo un texto de Mauricio Tenorio (chale me acabo de dar cuenta que siempre lo confundo con Guillermo Trejo, soy un pelmazo) en Política y Gobierno "Académicos Públicos en el México del bicentenario", uno de José Antonio Aguilar, La sombra de Ulíses, "Sonata Etnográfica en No Bemol" de Roger Bartra, A propensity for Self-Subversion de Albert O. Hirschman, Crítica a la Razón Arrogante de Carlos Pereda, Así lo Viví de Luis Carlos Ugalde, y Mi paso por el Zapatismo de Octavio Rodríguez Aráujo.
Uno de los momentos en los que hubo propiamente un debate fue con respecto al parafraseo a Octavio Paz que hizo JSHM, "no escribo desde la derecha o la izquierda, yo escribo desde mi escitorio" (creo). Esta cita, entiendo, es usada como una descripción de la independencia intelectual. Desde mi punto de vista, más allá de ser un modelo, me parece que tal ilusión reduce las formas en las que podemos entender a los intelectuales. La independencia, tal cual, me parece que no existe. Existe, una suerte de garantía simbólica de sinceridad, pero no mucho más que eso. Todas las personas tenemos sesgos sociales, ideológicos y políticos que podemos reconocer o no (me parece que en términos de "sinceridad" es mejor reconocerlos). Incluso cuando la independencia se tiene como horizonte, uno no se puede escapar del mundo-en-el-que-está.
La discusión fue un poco más explícita cuando insistí en que no es buena idea esa separación entre ciudadano e intelectual que afirmaba Octavio Paz. Para hacerlo parafraseé unas líneas del texto de Paz "El Escritor y el Poder" en el que dice.
La solución consiste en el nacimiento de un movimiento popular independiente y democrático que agrupe a todos los oprimidos y disidentes de México en un programa mínimo común. Como ciudadano soy partidario de ese movimiento. Como escritor mi posición no es distinta ni contraria sino, valga la paradoja otra. Como escritor mi deber es preservar mi marginalidad frente al Estado, los partidos, las ideologías y la sociedad misma.
So pena de sonar mamila, insisto, no hay "afuera del texto", no hay independencia de las ideologías y de la sociedad. Escribo este post justamente para dar alguna prueba de ello. No puedo escapar mis inseguridades, mostrar la "preparación" para el debate sin reconocer una leve contradicción con los argumentos. No puedo escapar (o por lo menos no he escapado) de la anglofilia que sesga lo que leo, lo que reflexiono de lo que leo, y que probablemente tiene origen en algo sobre lo cual tengo (y tuve) poco control.
Menciono poco a Bartra, porque básicamente estoy de acuerdo en todo lo que dijo. Lo que entendí de su definición de intelectual, es que también es una definición mucho más amplia en la que no sólo caben "los caudillos intelectuales" (como él dijo), (Cayuela uso de ejemplo a Sartre, Camus y Malraux), sino aquellos que reflexionan y escriben lo que reflexionan en público. Su crítica a los intelectuales que vieron en López Obrador la oportunidad de "estar" en el poder de manera acrítica, me parece que ha sido y es certera. Esto sin descartar que creo que también vale la pena pensar en los intelectuales que también vieron y ven esa ventana de oportunidad en la derecha y/o en un posible regreso del PRI, pero claman hablar desde la neutralidad.
Me parece que por una parte caes en la exageración de alabar a los personajes con los que compartes la mesa, que sin duda no quiero hacer de lado que cada uno tiene sus meritos, pero, no olvidemos tampoco que son (somos) seres humanos. Difiero de que en realidad haya sido un debate; si bien parte de… giró en torno a Paz, también me hubiera gustado escuchar más atención sobre los intelectuales que existen en el país y de quien se habla poco, como Enrique Dussel y González Rojo, por ejemplo, entre otros sin olvidar a Granados Chapa, personajes que son muy enriquecedores al leer, por la forma en cómo abordan los temas, como analizan la situación, pero como se mantienen al margen de parecer de izquierda (sutilmente) pero sin olvidar su pertenencia a la sociedad. Esa manera de abstraerse para entender. Me gusto tu intervención, creo que fue de las más solidas, sin dejar de lado a Roger Bartra, pero que sin embargo se mantuvo algo tranquilo. Sabes, creo que si es posible que los intelectuales retorne en y con las universidades, eso es lo que nos hace falta: aplicar el conocimiento de las aulas a una realidad. Gracias.
Publicado por: Vy Negrete | 12/04/10 en 7:41