En su libro El Tiempo Repentino, Héctor de Mauleón, escribe una crónica sobre la llegada de los coches a la Ciudad de México (resulta que aunque parece, no siempre estuvieron aquí..jeje), llamada "La sucursal del infierno". Termina así:
...las autoridades no tardaron en responder creando un cuerpo de motociclistas que contrarrestara el nuevo mecanismo del terror, los "embotellamientos" -que se fueron haciendo cotidianos desde 1916, cuando los camiones de pasajeros comenzaron a sustituir a los vehículos de tracción animal-, decidieron el nuevo destino, el paisaje futuro de la ciudad: el automóvil habría de dictar, a partir de entonces, las reglas de la urbanización. Entre la instalación del primer semáforo en Avenida Juárez y San Juan de Letrán y las llagas que dejaron los ejes viales, entre el cambio de sentidos, la demolición de casa y la inauguración del Viaducto; entre los volcanes visibles a principios de siglo y la ciudad de humo con que el siglo XX está terminando el, el automóvil fue el huésped que se convirtió en tirano, llegó a la ciudad a vuelta de rueda y cien años más tarde sigue caminando a vuelta de rueda. Era, como creía Alfonso Camín, la pasión del siglo. No tardó en convertirse en la pesadilla del siglo.
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