Este es mi columna de hoy en El Universal sobre Biometrópolis.
En un interesante artículo, “Contra la idea de México” (Nexos, 06/10), Mauricio Tenorio usa como ejemplo a seguir a los arquitectos Oscar Niemeyer y Lúcio Costa que aventuraron una imagen nacional cosmopolita de Brasil en la Exposición Universal de Nueva York en 1940, con un proyecto estilístico que resultó en la construcción de Brasilia. El ejemplo no podría ser más desafortunado. Brasilia, hoy, no es una ciudad en la que muchas personas quieran vivir. O por lo menos no en la parte diseñada por estos arquitectos. Al construir la ciudad, que aspiraba tener un diseño perfecto, no pensaron en la vivienda para quienes la habían construido, se tuvo que negociar el establecimiento, a las afueras, de viviendas para los exalbañiles, y con los años quienes tienen dinero se han construido sus suburbios que nada tienen que ver con la imaginación aplicada de Niemeyer y Costa. Cuenta James C. Scott, que 20 años después de su construcción 75% de los habitantes de Brasilia vivían en la parte no planeada. Los visitantes de Brasilia hoy describen lo sorprendente que es que no hay “esquinas”, no hay bullicio, y para conseguir un café uno tiene que aventurarse a un desierto urbano que se pensó para coches (aquí unas fotos). Incluso hay un término que se usa para describir “la depresión” que causa el aislamiento del diseño monolítico: brasilite (“brasiliaitis” –le dice Scott. Quienes trabajan o estudian en edificios diseñados por Teodoro González de León describen un sentimiento parecido –frío–).
Hay pocos ejemplos de proyectos construidos de la magnitud de Brasilia alrededor del mundo. En parte, se debe a que se necesita de cierto autoritarismo para poder pagar los costos de hacerle tanta violencia a la cotidaniedad. Le Corbusier intentaba construir sus fantasías con el apoyo de regímenes autoritarios, ya que las democracias suelen ser poco amigables ante semejante imposición. Una muestra de ello, en México, es el fracaso del proyecto de Alberto Kalach, Teodoro González de León, y otros, “Ciudad Futura”, que era parte del aeropuerto de Texcoco. La presentación del proyecto empieza con la frase, “La ciudad es una gran obra de arquitectura” para después matizar que es una obra colectiva; aunque el diseño lo hacen ellos, no quienes la viven. Sin embargo, lo que ofrece y hace atractivo el proyecto de Kalach y González de León, es que a través de su obra habría, una “ciudad socialmente más justa” que “dará a la Ciudad de México la competitividad que requiere un mundo globalizado”. ¿Qué tal eso, cómo idea de México?
Acá los planos de "movilidad" de Biometrópolis, y la proyección de los 16,000 espacios de estacionamiento:
Este es el espectacular video de Biometrópolis en el que hay videoconferencias internacionales sobre cerebros en pantallas gigantes:
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