Hace unos años descargué de Internet un par de grabaciones, que sólo parecían satisfacer mi ociosidad. La primera, un mensaje del General Porfirio Díaz, grabado el 15 de agosto de 1909, dirigido al Sr. Tomás A. Edison en el que le comunica su admiración y agradecimiento por “meter en disciplina el fuego arrancado por Franklin a los cielos, para perpetuar, acá en la tierra, la cariñosa voz de los seres amados”. La segunda grabación es la interpretación de una danza, en 1905, que inicia con la voz aguda y un acento de aquella época que dice: “La Paloma, danza, por la Banda de Zapadores de México, fonograma Edison”. Ambas, parecen abrir una puerta a una época para la cual es difícil tener referencias directas que permitan sentir alguna forma de nostalgia. Al escuchar la voz del dictador, y los instrumentos antiguos, uno se siente un intruso que desde el futuro espía el pasado. El público al que las grabaciones iban dirigidas, es un público que sólo existiría un par de décadas más. Quienes hoy podemos escuchar estas voces y soplidos, a capricho, somos personas que en la década de los mil-novecientos les hubiéramos parecido de otro mundo.
Cuando uno lee las crónicas de la Ciudad de México, de Héctor de Mauleón en los libros “El Tiempo Repentino” y en el recién publicado “El derrumbe de los ídolos”, tiene la misma sensación de ser un intruso en el pasado. En ellas, el lector entra con una vista casi omnisciente a momentos clave de la vida en la ciudad. Momentos, que en algunos casos modificaron de manera permanente el entorno urbano, y en otros, definieron la vida que creían que vivían sus habitantes hace casi un siglo.
María Teresa Landa, la Primera Miss México (1928):
Aquí una versión de la historia de Miss México 1928 por Luis de la Barreda, quien fue su estudiante y quien la escuchó de viva voz.
"La Ogresa de la Roma", Felícitas Sánchez Neyra. La partera que fue acusada por practicar abortos en 1941:
Una de las crónicas de "El derrumbe de los ídolos", "El día que la ciudad ardió de sed" se puede leer gratis aquí.
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