Este es mi artítculo de El Unviersal de hoy.
En los bordes de la ciudad se han ido acumulando desarrollos habitacionales cada vez más cerrados y aislados. No hablo de los grandes desarrollos de interés social a los costados de autopistas o en municipios recientemente rurales, sino de los desarrollos de lujo que se concentran en lugares como Santa Fe, Huixquilucan, y Lerma. Estos desarrollos pretenden desvincularse casi por completo de la vida defeña al bardearse o construirse en lugares donde la geografía los hace inaccesibles para quienes no tengan algo muy parecido a un mapa secreto que les permita llegar. En terrenos de varias hectáreas se construyen calles, edificios, restaurantes, casas y campos de golf que son casi imposibles de identificar en los planos catastrales o incluso en Google Maps.
Algunos de estos lugares que poco a poco han ido endureciendo su imagen de guetos para ricos, tienen reglas estrictas sobre el comportamiento de las personas dentro del desarrollo, y claro en muchos se reservan el derecho de admisión a personas que no puedan acreditar su “solvencia moral; costumbres y tipo de vida familiar”. Es decir estos lugar no se erigen con barreras únicamente determinadas por el mercado inmobiliario o un conjunto de servicios que puedan comprarse y venderse, sino por una evaluación que los integrantes de una comunidad voluntaria hacen sobre quienes quieren ser admitidos.
No cuestiono el estatus legal de este tipo de desarrollos ni lo que muchos consideran un “derecho” a vivir en donde mejor se le antoje con quien mejor se le antoje. Lo que cuestiono es el deseo, que por lo visto no deja de crecer, de vivir en lugares donde uno puede controlar de manera excesiva el comportamiento y las características de las personas con las que convive. Lugares donde los trabajadores de servicios y domésticos tienen un espacio determinado de estancia, y no pueden compartir la entrada con los propietarios. Lugares donde una caseta de policía no es suficiente, y requiere de una segunda caseta para cerciorarse de que ni siquiera los exclusivos vecinos se le puedan acercar. Lugares donde uno no se enfrente a la incertidumbre de la calle y el espacio público, en nombre de la confianza y la vida calma.
Hmmm... me recordó a Tony Judt cuando dice:
"Living in close proximity to people whose condition constitutes a standing ethical rebuke is a source of discomfort even for the wealthy [...] Selfishness is uncomfortable even for the selfish. Hence the rise of gated communities: the privileged don't like to be reminded of their privileges - if these carry morally dubious connotations."
Y luego:
"Inequality is not just a technical problem. It illustrates and exacerbates the loss of social cohesion - the sense of living in a series of gated communities whose chief purpose is to keep out other people (less fortunate than ourselves) and confine our advantages to ourselves and our families: the pathology of the age and the greatest threat to the health of any democracy."
(Ill Fares the Land: http://tiny.cc/07mtg)
Publicado por: Jorge | 14/09/11 en 15:59