Este es mi artículo de hoy en El Universal.
Con cara de prisa y preocupación entré antier a la sesión de las Comisiones Unidas de Gobernación y Puntos Constitucionales. La mayoría la tiene el PRI con PVEM y PANAL: 31 votos. La combinación de PAN, PT y PRD suma 29 votos. En otros temas las líneas de votación no están tan claramente definidas, pero en este, la reforma política, el grueso de las votaciones repitieron los números 31 y 28 (a veces 29), los cuales refrendaron su oposición del PRI a varios temas.
El contenido y forma en la que se llevan a cabo estas reuniones son más importantes de lo que parecen de lejos. Es ahí donde se expresan ideas distintas que reflejan cómo entiende cada diputado o partido el debate, la responsabilidad y la argumentación públicas.
Entre todos los participantes (estos suelen ser muy pocos, la mayoría sólo levanta y baja la mano en bloque) hay una regla no escrita que casi siempre se cumple: un umbral sobre lo que se entiende por “respeto” en la discusión. En pocas ocasiones se refutan directamente los argumentos de los otros, en pocas ocasiones se interpela directamente a una persona por nombre, y en pocos casos se señalan incongruencias o contradicciones. Quien viola esta primera regla, será acreedor a una agresiva respuesta personalizada, que después derivará en un llamado de la mesa a “no personalizar” la discusión.
Los diputados Priístas (verdes y panalistas) como se dijo ahí, se enorgullecen de sus tradiciones. Entre ellas: decir que están a favor de algo (quitar la prohibición federal a reelección de ayuntamientos), y después votar en contra; apelar al “pueblo” cuando no quieren responsabilizar al partido de una decisión (permitir reelección legislativa) y advertir de los riesgos de que ese mismo “pueblo” sea “contaminado” y cometa errores cuando pone en riesgos sus intereses (consulta popular durante el proceso electoral); citar “la práctica legislativa” para no aportar argumentos de fondo sobre un tema (altos requisitos para candidaturas independientes); evitar, a toda costa que se discutan temas en los que calculan ser impopulares (permitir revocación de mandato). En resumen sus argumentos se suelen decantar en un populismo retórico que aunque lo presentan como amenaza, en el fondo es usado para conservar el status quo.
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