Tengo todas las razones para creer que soy un cobarde físicamente, un mandarín burgués al que la violencia le repele y le da miedo. Sin embargo, sé que si el peligro amenazara a mi perro, si cualquiera le ofreciera daño, mi furia, mi impulso para interponerme me tornaría homicida. Si unos torturadores se fueran sobre mi esposa o hijos, les gritaría que aguantaran con fuerza y yo intentaría hacer lo mismo. Pero si golpearan a mi perro o le sacaran los ojos, me rajaría inmediatamaente, traicionaría todo. Estas no son verdades gentiles. Desafían la razón y lo que deberían ser las jerarquías del amor humano. Plantean dudas sobre las inestabilidades primordiales, sobre las supervivencia de afinidades zoológicas y el crepúsculo que subvierte nuestra frágil humanidad. No obstante son verdades. Compartidas por más de nosotros, que quienes están dispuestos a admitirlo de forma abierta. Odiseo se despide de Penélope no mucho después de su épico regreso. ¿Se hubiera ido de Ítica si su perro Argos hubiera estado vivo?
(George Steiner, 2008)
Tony Soprano en la serie del mismo nombre, por ejemplo... yo misma a todas horas con el perro o gato mío y el del otro...
Publicado por: b | 12/04/13 en 15:01